11.19.2004

i.m. Esdras Parra


This Secret Floor

With the word's effort
which is endless
or which lends itself to lifting edges
with that announcement
you walk toward your habit
what you abandoned
next to the cup of coffee
to which you'll return
if someday
you find yourself standing
on the high sidewalk
at the shore of your illusory life.

*

Reading El Nacional this afternoon, I found out that the poet Esdras Parra died yesterday. Earlier this year (see January 14 in the archives) I posted my English versions of 5 poems from her book Este suelo secreto (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1995). I found this book a few years ago at the Librería Monte Ávila in Caracas and I remain impressed by her quiet, untitled poems with their persistent minimalist tones.

She was born in Santa Cruz de Mora, in the state of Mérida and she lived in Caracas since 1950. She published three novels in the late 1960s--El insurgente (1967), Por el norte el mar de las antillas (1968) and Juego limpio (1968)--which I hope to find eventually. She recently published a collection of poems entitled Aún no (Mérida: Ediciones El otro, el mismo, 2004).

For those of you who read Spanish, I'm including Rubén Wisotzki's El Nacional article about Parra below.

*

Esdras Parra ya es otro adiós en la literatura venezolana

Ayer, a las 2:00 pm, falleció en Caracas, debido a un paro respiratorio, la escritora nacida en Santa Cruz de Mora, estado Mérida, ex directora de la revista Imagen, Primer Premio de Poesía de la II Bienal Mariano Picón Salas, y autora de los libros Este suelo secreto y Aún no, de reciente publicación, entre otras obras.Será velada, en compañía de versos y amigos, en la funeraria Vallés.

RUBÉN WISOTZKI

Cuando el periodista de turno se entera de la muerte de alguien que le ha dado vida a otros, lo primero que hace es, paradójicamente, llamarlo.

Así es, a veces, el sinsentido del oficio de dar noticias. La coherencia se retoma en parte cuando un familiar, un amigo, un vecino, atiende la llamada y por lo general, con la voz entrecortada, confirma que el adiós es cierto, que la muerte ha llegado, que hay que retirar un plato de la mesa.

Ayer, en el 2847527, en el apartamento de Los Palos Grandes, no había nadie. Ni ella ni nadie. El apartamento vacío. Y hay que dejar repicar una y otra vez el teléfono, hay que colgar y volver a intentarlo una y otra vez, para saber que el vacío empieza a ser algo más que un apartamento, o una llamada que de cansancio se apaga del otro lado del auricular.

Esdras Parra ya no está de ese lado. Y tampoco de este.

La escritora merideña, nacida en Santa Cruz de Mora, tierra de alturas y cafetales, residenciada en Caracas desde 1950, deja una obra que ha merecido el reconocimiento de la crítica. Su nacimiento en la literatura se produce con la aparición de tres libros: El insurgente (1967), Por el norte el mar de las antillas (1968) y Juego limpio (1968). Trío de obras celebradas que auguraron en su momento, y con certeza, una trayectoria limpia en la literatura venezolana.


Una voz que se dice

Su libro Este suelo secreto mereció el Primer Premio de Poesía de la II Bienal Mariano Picón Salas, una obra de 190 poemas que llamó poderosamente la atención del jurado integrado por los venezolanos Santos López, Javier Lasarte y el colombiano Harold Alvarado Tenorio. Este último destacó de la obra galardonada “la presencia de una voz poética de particular densidad, una voz que se dice y se desdobla en otras”.

Iniciada en los largos alientos de la novelística, Parra dedicó gran parte de su obra a la escritura poética.

Su más reciente publicación fue el poemario Aún no, editado por el sello El otro, el mismo, ese esfuerzo editorial encomiable del también poeta Víctor Bravo, quien hasta hace pocas semanas sugirió hasta más no poder una entrevista periodística con la escritora, la cual que ya se transforma en una triste deuda. “No me quedo aquí/ no permanezco en la multitud/ soy el umbral/ ese umbral me detiene (...) ”, son versos que forman parte del volumen.

Poco dada a la exposición pública, Parra, que participó en la Semana Internacional de la Poesía de este año, no se sometía a la curiosidad periodística. Susurrante y de paso discreto, se la podía encontrar con frecuencia caminando por Los Palos Grandes, atenta tanto a los acontecimientos del país como al trinar de un pájaro en la copa de un árbol. Y tanto ante el país y ante el pájaro, comentó en una mañana de diciembre, ser víctima de sus sorpresivas reacciones.


Estrellas fugaces

Integrante del Círculo de Dibujo del Maccsi, la poeta había conseguido en los callados trazos del lápiz un vehículo de comunicación eficaz. Siempre en soledad, siempre en silencio. A la también poeta Blanca Elena Pantin le confesó en una oportunidad: “Siempre he sido una persona solitaria, no ahora sino de toda la vida. Me gusta la gente, pero tengo tendencia hacia el recogimiento. No me molesta la soledad; al contrario: la disfruto. (...) La soledad es muy importante para la creación literaria”.

El país todo no supo cómo actuar ante sus deseos de ir más allá, de buscar, más allá de su vida, otra vida. Y el silencio de ella fue el silencio de los demás. Pero Esdras Parra, el escritor, el que renunció a Imagen en 1969 porque, según sus propias palabras, ya no era una empresa estimulante, tuvo la valentía de enfrentarse a otros espejos que la reflejaron más libre, más propia, más escritora, más poeta. Desde ese deslumbramiento personal fue respetada, querida y admirada, desde allí se preguntó:

“Si apoyo el hombro contra el mar/ ¿dónde se detienen las estrellas fugaces”.

Ya está avanzada la noche en la redacción, y se llama por última vez, inútilmente, a su apartamento.

Repica el teléfono. El apartamento vacío. La vida vacía. La soledad completa. Esdras Parra ya no está.

Pero alguien debería decirle que las estrellas fugaces se detienen en ella. Solamente en ella.


{ El Nacional, 19 Noviembre 2004 }

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