5.12.2018

He huido / Rafael Cadenas

I Have Fled

I have fled. I proclaim my escape, most generous heroes, but here I am. Actually, no one can flee. You and I are sentenced to glorify old wounds and return our daily cadaver to the waters. We truly remain. No one can escape. Everyone burns on the flames of their perplexities and incoherence. We must accept the flaming iron of birth as the shore we never depart. We will stay in this circle opening in the morning and closing at night, devouring our mirrors with volcanic jaws. And it’s not enough to reach the river and say: “give me back the golden axe my nannie gave me those purple days with” and then wait in the praised margins, nor prodigiously proclaim our inspiration to the fog, or close like a chest, in alliance with the night, the disgraceful raptures, like a day or an eyelid closes. It’s impossible to escape. We’re prisoners with amorous or defiant looks in our eyes, but oppressed by days the color of hake and our incapacity to name. Death is a nebula from whence we return to visit our possessions. Sleep doesn’t exist. There is only this hole we leave as we move so that another might occupy it by stretching or reducing its edges. And yet, we speak.


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He huido

He huido. Proclamo mi fuga, héroes generosos, pero estoy aquí. En realidad nadie puede huir. Tú y yo estamos sentenciados a glorificar viejas heridas y a devolver a las aguas nuestro cadáver diario. Verdaderamente permanecemos. Nadie puede escapar. Todos se queman sobre el fuego de sus perplejidades y sus incoherencias. Hay que aceptar el hierro candente del nacimiento como la orilla de donde no partimos. Hemos de quedarnos en este círculo que se abre en la mañana y se cierra en la noche, devorando con fauces volcánicas nuestros espejos. Y no basta llegar al río y decir: «regrésame el hacha de oro con que regaló mi aya los días de púrpura» y esperar en los márgenes loados, ni prodigar nuestras inspiraciones a la niebla, ni cerrar como un cofre, en alianza con la noche, los inconfesables raptos, como se clausura un día o un párpado. Imposible fugarse. Somos prisioneros de mirada amorosa o desafiante, pero aherrojados por días color de merluza y nuestra incapacidad para nombrar. La muerte es una nebulosa de donde regresamos para visitar nuestras posesiones. El sueño no existe. Sólo hay este hueco que dejamos al movernos para que ensanchándolo o reduciéndolo otro lo ocupe. Sin embargo, hablamos.




Los cuadernos del destierro (1960)





{ Rafael Cadenas, Obra entera, México DF, Fondo de Cultura Económica, 2000 }

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