8.07.2018

Patria / Armando Rojas Guardia

Homeland

We loved it once, or so we said,
the somber stubbornness of your force.
The father’s voice would grow
hoarse when he evoked prisons, multitudes,
naked men wading through the swamp,
a woman’s weeping, a son
and up there (up where?)
the obstinate shred of the flag.
We learned, slowly and vaguely,
the impossible was chasing you
misleading your feet
—Hilda’s feet obsessed
my child’s eyes: their earthy,
vegetable, disconcerted bark
on the polished glow of the granite.

Maybe one afternoon, in the fields,
the music spelled you out suddenly
beside some forest, on a hill,
a sad lake that looks like you:
the same stubbornness when you revealed
yourself so eager not really for us
(the ephemeral, the maybes, the passers-by)
but for your absurd patina of grandeur
—those opulent dreams of history
that are actually its horror, its nightmare.

Now that you know yourself so vile, a brothel,
because all that equestrian intent
climbed down to haggle in the sun
and the hero marketed his bronze
and the solemn gold of the sarcophagus
adorned dentures, fixed interest rates,
and there’s no toga nor epaulet nor habit
to shroud you, a quadruped, obsequious
for thirty ancestral coins,
I dare to cover your nakedness.
It’s not true you sold yourself. You wanted
to dilapidate yourself so brusquely, totally:
a luxurious impossible.
                              You knew it,
you’ve always known it and as always
you’re plowing the sea. You were conceived
with the precise will to failure.

How is it you affirm, so gently, that now you’ll stay
in the tension of smiling at yourself
lifting your shoulders, dejected,
and telling yourself sarcastically, tenderly,
maybe tomorrow I really will. Maybe tomorrow...


*


Patria

Alguna vez amamos, o dijimos amar,
la terquedad sombría de tu fuerza.
La voz del padre enronquecía
al evocar calabozos, muchedumbres,
hombres desnudos vadeanodo el pantano,
llanto de mujer, un hijo
y más arriba (¿dónde arriba?)
el trapo contumaz de una bandera.
Supimos, lenta y vagamente,
que lo imposible te buscaba
extraviándote los pies
—aquellos pies de Hilda obsesionaron
a mis ojos de niño: su corteza
terrosa, vegetal, desconcertada
sobre la pulitura del granito.

Tal vez una tarde, entre los campos,
la música te deletreó de pronto
al lado de algún bosque, una colina,
un lago triste que se te parece:
la misma terquedad al revelarte
ávida no precisamente de nosotros
(los efímeros, los quizá, los transeúntes)
sino de tu patina absurda de grandeza
—esos sueños opulentos de la historia
que son más bien su horror, su pesadilla.

Ahora que te conoces vil, prostibularia,
porque tanta voluntad ecuestre
se apeó bajo el sol a regatear
y el héroe mercadeó con su bronce
y el oro solemne del sarcófago
adornó dentaduras, fijó réditos,
y no hay toga ni charretera ni sotana
que te oculten cuadrúpeda, obsequiosa
por treinta monedas ancestrales,
yo me atrevo a cubrir tu desnudez.
No es verdad que te vendiste. Tú anhelabas
dilapidarte brusca, totalmente:
un lujoso imposible.
                              Lo sabías,
siempre lo has sabido y como siempre
aras en el mar. Te concibieron
con voluntad precisa de fracaso.

Cómo afirmar, pasito, que hoy te quedas
en la dificultad de sonreírte
levantando los hombros, desganado,
y diciéndote con sorna, con ternura,
mañana sí tal vez. Quizá mañana...




{ Armando Rojas Guardia, Patria y otros poemas, Caracas: Editorial Equinoccio, 2008 }

No comments: