Caracas Has Died
Caracas loses its hemodynamics. Its fury decomposes. Its vital signs are flattened. It’s losing its vitamins. Its defenses were extinguished. Its streets are emptying. Its animal and vegetal environment becomes more notorious. It was kidnapped by silence. It’s not as chaotic anymore. Caracas no longer speaks. It’s gone into a coma.
A bitter placidness, with a taste of paradox, dominates the spirit of the streets and avenues of Caracas at this moment. Many weekdays seem like Saturdays. Many businesses have closed their doors. Bands of happy parrots furrow its sky in the afternoons, like an ironic counterpoint. Like its only novelty. Six o’clock traffic has been liquified. You hardly ever hear music. People don’t enjoy themselves. The night is an enigma few want to decipher.
Caracas is past. It reminds us of moments. In its neighborhoods and residential areas, in its bakeries, plazas, clubs, parks and boulevards you can hear, above all, the echo of those who are no longer with us. Of those who left the country and those who left this world. This city became a postcard.
Caracas has died. At night, its inhabitants keep holding a vigil for it.
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Caracas ha muerto
Caracas pierde su hemodinamia. Se desconfigura su furia. Se achatan sus signos vitales. Se le van las vitaminas. Se extinguieron sus defensas. Sus calles se vacían. Se hace más notorio su entorno animal y vegetal. La secuestró el silencio. Ya no es tan caótica. Caracas ya no habla. Ha entrado en coma.
Una amarga placidez, con sabor a paradoja, domina en estos momentos, el ánimo de las calles y avenidas de Caracas. Muchos días laborales parecen sábados. Muchos negocios han cerrado sus puertas. Bandadas de loros felices surcan su cielo en tardes, como irónico contrapunto. Como única novedad. El tráfico de las seis de la tarde ha quedado licuado. Es infrecuente escuchar música. Los domingos nacen muertos. La gente no se divierte. La noche es un enigma que pocos quieren descifrar.
Caracas es pasado. Nos recuerda momentos. En sus urbanizaciones, en sus zonas residenciales, en sus panaderías, plazas, clubes, parques y bulevares se escucha, sobre todo, el eco de los que ya no están con nosotros. De los que se fueron del país y de los que se fueron de este mundo. Esta ciudad se volvió una postal.
Caracas ha muerto. De noche, sus habitantes la siguen velando.
{ Alonso Moleiro, Papel Literario, El Nacional, 16 June 2019 }
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