1.01.2019

Casi un país (9) / Elizabeth Schön

Almost A Country (9)

     “Lucía, tomorrow will be another day and it’s as if we told each other: tomorrow we’ll stare at the leaf we weren’t able to contemplate today, the grain hidden beneath the corn seedbed.”
     “Once the night has passed, the sun will shine again, and we’ll go out and admire the city where the beings march, sometimes silently, sometimes greeting each other, chatting, always without stopping.”
     “Do you remember that man with a flour sack hanging from his shoulder, who picked through a pile of empty cans with his mangy cane? The man who didn’t speak. In rags, he had a long, dark beard; his hair covered parts of his ears. His skin had the resistance of an excessively archaic wall. We spoke to him and he just stared at us. I’ll never forget the gleam of his pupils, it was a gleam that reflected a very deep pain yet supported itself calmly, in stillness, while he stirred the cans and the smell of tar spread throughout space.”
     Night begins. Look at the cloud enveloping Mount Ávila’s peak! There, between the cloud and the peak, the first star has appeared. It’s a small star, a luminous boat shaped like a drop of water.


*

Casi un país (9)

     —Lucía, mañana será otro día y es como si ambos nos dijéramos: mañana miraremos la hoja que hoy no pudimos contemplar, aquel grano que permaneció escondido debajo del almácigo de maíz.
     —Pasada la noche, el sol alumbrará de nuevo, y volveremos a salir y admiraremos la ciudad donde marchan los seres, a veces callados, a veces saludando, charlando, mas siempre sin detenerse.
     —¿Recuerdas aquel hombre con un saco de harina colgado sobre su hombro, escarbaba con un bastón roñoso, un montón de latas vacías? Ese hombre no hablaba. Harapiento, tenía una barba larga, oscura; los cabellos le cubrían parte de las orejas. La piel tenía la resistencia de un muro demasiado arcaico. Le hablamos y sólo nos miró. Nunca olvidaré el brillo de sus pupilas, era un brillo que reflejaba un dolor muy profundo pero que soportaba quieto, calmo, mientras removía las latas y un olor a brea se esparcía en el espacio.
     La noche comienza. ¡Mira la nube que envuelve la cima del Ávila! allí, entre ella y la cumbre, ha asomado el primer lucero, es un lucero pequeño, un barco luminoso con forma de gota.




1972




{ Elizabeth Schön, Antología poética, Caracas: Monte Ávila Editores, 1998 }

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